LA SOCIEDAD DE LIBRE INICIATIVA

“La empresa privada no debe ser considerada como la vaca a la que se puede ordenar todos los días, sino como el caballo percherón al que se debe alimentar para que pueda jalar la pesada carreta que es la economía nacional” Sir Winston Churchill.

Actualmente el Ecuador está sirviendo de laboratorio de un experimento social-económico-político llamado socialismo siglo XXI. Esta corriente de pensamiento no tiene realmente, en palabras del sociólogo alemán Dr. Nicklaus Dieterich, una definición ideológica concreta, por lo que su aplicación y desarrollo pudiera llegar a afectar seriamente las estructuras sociales y económicas de un Estado y sus habitantes.

De allí que sea de vital importancia el que se conozca, analice, discuta y propongan alternativas al modelo social que está proponiendo el gobierno actual. Para ello hemos de partir del conocimiento de lo que ha pasado con modelos similares y, porqué – sin apasionamientos ni descalificaciones – entendamos que no todo es perverso, que más bien es producto de un proceso continuo de desgaste del tejido social, a través del tiempo y, de la comodidad de las fuerzas productivas que han dejado en el Estado la solución de todos los problemas.

Porque la estatalización de la sociedad, como resultado de un modelo intervencionista tiene muchas debilidades. La transferencia al sector público de esferas sociales regidas por la iniciativa privada asfixia la dinámica de la sociedad, produciendo ciudadanos acríticos y obedientes y uniformizando la vida social. En cierta forma se pierde la libertad.

El mecanismo más frecuente por el que las sociedades se alejan de la libertad es el de la delegación exclusiva de la tarea de construcción de la sociedad en personas, partidos e ideologías. La sociedad que, como conjunto de ciudadanos, entrega su iniciativa al Estado, cualquiera que sea éste, pierde vitalidad  y acaba perdiendo grados de libertad. Y una sociedad con poca riqueza de iniciativas adormece a los individuos y no les permite explorar sus capacidades.

Una manera interesante de medir el grado de vitalidad y de libertad existente en una sociedad consiste en comprobar en qué medida existe la iniciativa personal, en qué niveles se ejerce, qué tipos de proyectos se plantean las  personas y las organizaciones, quiénes y cuántos detentan las principales iniciativas y qué facilidades o restricciones se dan a la libertad de emprender.

Para que exista una sociedad de libre iniciativa emprender tiene que  ser un derecho y una obligación de todos los individuos y grupos sociales, es decir, un tipo de sociedad en la que no puede fiarse todo al Estado. En un país que lo espera casi todo del Estado,  se sueña con la seguridad de un sueldo que directa o indirectamente venga a través de la Administración Pública y las elites han volcado sus fuerzas y anhelos en la terrible lucha por la seguridad, de por vida, lucrando del Estado benefactor. El Estado, en definitiva, ofrece seguridad y éste es un valor muy apreciado. El Estado puede ser un patrón ingrato y moroso, pero por ello queda compensado  ampliamente con el absentismo, la seguridad del puesto de trabajo y la inercia burocrática. ¡Cuántas personas ven la solución de sus problemas haciéndose funcionarios públicos!

Porqué una sociedad de libre iniciativa.

Una sociedad de libre iniciativa es plural. Son muchas las iniciativas, muchos los que emprenden. Hay tantos individuos, la gente piensa y quiere cosas tan distintas…«es la jungla». La sociedad de libre iniciativa es compleja.

Pero es que la libertad también es compleja. A los ciudadanos se les ocurre emprender cosas muy dispares y con fórmulas y métodos también distintos. Y estos, tanto en el terreno económico, como en el cultural o en el político. Pero ojo, no nos escandalicemos: En una sociedad de libre iniciativa cabe la comuna; si alguien o algunos desean vivir  en comunidades, pueden hacerlo Lo que no pueden es obligar a otros a vivir en ellas. El modelo de la sociedad de libre iniciativa se basa en la confianza en el hombre; en que el hombre tiene el derecho a preferir, a hacer y desear lo que le parece bueno. Una sociedad que no pretende convertir a los hombres para que den la imagen que el sistema desea o propone.

Una sociedad de libre iniciativa  no es una sociedad sin ideologías, sino una sociedad que permite la pluralidad de ideologías y, por ello, es un modelo abierto (pues lucha con todas sus fuerzas contra aquellas ideologías exclusivistas que pretenden determinar todo el sistema). La sociedad de libre iniciativa es muy distinta a un sistema feudal, sistema que, después de ser el dominante en la Edad Media, dejó sus huellas en algunas ideologías políticas, en las que unos determinados señores o el Estado deciden el modelo de comportamiento que han de seguir los ciudadanos.

Una sociedad de libre iniciativa, no es un modelo de convivencia conservador. El conservadurismo es la principal argumentación que los modelos intervencionistas aplican a las distintas sociedades que pretenden ser consecuentes con la libre iniciativa. Pero parece claro que la libertad de muchos es más creativa que la creatividad de sólo unos pocos, de aquellos que tienen el poder. Una sociedad de libre iniciativa es más dinámica y más retadora. Esto hay que afirmarlo: tener del derecho y la obligación de emprender es siempre un riesgo; porque las empresas (de cualquier tipo que sean) pueden salir bien o mal; independizarse del papá Estado o del Partido es siempre más comprometido que seguir siendo un «bien mandado».

Construir una sociedad de hombres siempre ha sido difícil, como lo demuestra la historia, pero que no se diga que es un proyecto conservador.

Por ello, el proyecto de las sociedades de libre iniciativa, lo que pretende es rescatar la iniciativa de todas las fuerzas vivas e individuos, para que, agrupándose en sus organizaciones naturales, colaboren en la reconstrucción del tejido social.

Las sociedades de libre iniciativa no son el equivalente a la sociedad capitalista. La sociedad de libre iniciativa, acoge tanto las iniciativas de los emprendedores por la vía del capital, como las de aquellos que emprenden basándose en sus capacidades profesionales o de quienes se fundan en principios personalistas de uno y otro sentido filosófico. En una sociedad de libre iniciativa caben tanto la comuna, como la autogestión y las diversas fórmulas de participación; lo que no cabe es imponer una fórmula, aunque a algunos les parezca la óptima. Sin embargo, observando la realidad actual parece que, en las sociedades capitalistas avanzadas, existen más requisitos coincidentes con las características de la sociedad de libre iniciativa que en otros modelos de sociedad. Esto puede ser fruto de varias razones: una, que el capital – en cuanto instrumento – es más móvil y más cambiante que el poder o los dogmas, puesto que el capital se gana y se pierde, mientras que el poder y los dogmas suelen no dejarse avasallar por ninguna competencia; otra, que en las sociedades capitalistas mencionadas los aspectos políticos y culturales suelen moverse con buenas dosis de libertad.

Con las afirmaciones anteriores, no se pretende hacer coincidir libre iniciativa con capitalismo. La empresa mercantil existe en Occidente y en Oriente, en los países democráticos y en los países autoritarios, en los países ricos y en los pobres. La empresa es una manera de trabajar que los hombres han encontrado para conseguir unos objetivos. En este sentido, la empresa es un ente social que interesa a todos los ciudadanos y que importa cuidar para que funcione cada vez mejor, pudiendo obtenerse así cada vez más y mejores bienes y servicios para las personal que forman la comunidad. La empresa, que es una de las instituciones más dinámicas en el mundo actual, viene funcionando acogida a unas determinadas fórmulas jurídicas, individuales o societarias,

Habiéndose producido en los últimos cincuenta años una irrupción importante en el mundo de la empresa, de entidades públicas, principalmente por parte del Estado y de los municipios, ello se ha realizado casi invariablemente a través de los moldes de la sociedad anónima. Veamos el caso de las telefónicas, las empresas eléctricas, etc. Este mismo éxito de la sociedad anónima, que es una fórmula en la que el poder se otorga a quienes aportan capital, es lo que ha originado con tanta frecuencia confusiones entre empresa y sociedad anónima, y, lo que es más grave, entre empresa y capitalismo. Por tanto, es muy importante que quede claro que la sociedad anónima es una de las posibles formas societarias para emprender, para hacer empresa mercantil.

Una sociedad de libre iniciativa no sólo acepta sino que se basa de manera fundamental en la libertad de emprender de sus distintos miembros. Ello afecta lógicamente también a las posibles fórmulas específicas bajo las que se puede emprender. Es a través de una variedad de fórmulas como resulta posible comprobar cuáles de ellas favorecen actuaciones más eficaces, cuáles de ellas ayuda a desarrollar comportamientos de mayor justicia, tanto para sus propios elementos constituyentes como para la sociedad en general.

En las sociedades de libre iniciativa caben también,  por pura lógica con lo expuesto, las iniciativas estatales. En definitiva, puede concluirse que unas organizaciones económicas y culturales de tipo mixto, con diversas fórmulas de participación y compromiso entre individuos y grupos sociales (incluido el Estado) son perfectamente encajables en el sistema abierto de la  sociedad de libre iniciativa sin olvidar por ello que lo deseable en la práctica es que el grado de intervencionismo de los grupos más grandes y poderosos sea el menor posible; o lo que es lo mismo, dando prioridad en el funcionamiento de la sociedad a los grupos con menor poder en la estructura formal del país.

Uno de los indicadores más claros de la evolución de las sociedades hacia el modelo de sociedad de libre iniciativa es la cuantía y la variedad de las organizaciones y asociaciones de todo tipo existentes en la sociedad. Una sociedad con gran número de asociaciones, de clubes, de fundaciones, de federaciones, etc., es una sociedad con vida, con ganas de emprender. Lo prioritario es la Sociedad y no el Estado; el Estado ha de ser una organización más, dentro del entramado social de una sociedad humana.

Los hombres y las sociedades libres han de tener una alternativa social, política y económica que ofrecer al mundo. No pueden quedar a la defensiva ante movimientos ideológicos estatistas  Las sociedades libres muestran cada vez más actitudes cansadas, con lo que peligra claramente su propia subsistencia. O los hombres libres encuentran sentido y defienden sus libertades, o la sociedad dejará de ser libre.

Nuestra sociedad es consecuencia de una determinada evolución histórica, de las personas que han actuado y de las ideas que han modelado los comportamientos. Lo que parece evidente es que sigue siendo una sociedad con escasez de iniciativas, muy volcada todavía en el intervencionismo redentor del Estado.  

Por unas razones u otras el Estado lo recoge todo. Los sectores más poderosos le van a caer todos y cada vez la definición de sector de influencia es más amplia. Aquí cabe una nueva reflexión: O el Estado se defiende o acabará siendo un Estado absoluto, voluntaria o involuntariamente.

El Estado tiene que defenderse de su principal fuente de encargo que es el enfoque intervencionista, presente en la mayoría de los políticos. Incluso los políticos liberales son liberales-intervencionistas. Los políticos-intervencionistas son grandes «voluntades en marcha», «quijote de las buenas obras» que, armados de su buena voluntad y de sus deseos fervientes de convertir a sus ciudadanos y de remediar sus males, arremeten contra cualquier dificultad, real y también imaginaria. E inmediatamente al Estado le cae otro «muerto» que sostener. Y el Estado se ahoga, por que el intervencionismo, fiel a su nombre, tiende a intervenir y no a crear.

La principal obsesión de los intervencionistas es que el Estado dé gratis o barato aquellos bienes o servicios que aquéllos consideran imprescindibles para la sociedad, y ello de tal manera que podríamos decir que se ha convertido en una ley de comportamiento de muchos políticos. Y para dar gratis o barato primero se comienza por regular los precios y, a medio plazo, el sector cae en manos del Estado que se ve obligado a mantenerlo. La intervención en los precios es, de hecho, la primera etapa de la estatalización. Las subvenciones no son más que el pago anticipado de la expropiación.

Norma de prudencia política para el Estado, en este momento, debería ser: en caso de duda, no intervenir. En caso de extrema necesidad, ha de limitar su actuación a acciones puntuales, con plazos y cantidades de recursos previamente limitados. O el Estado redefine su papel o no podrá hacer otra cosa que aguantar el acoso permanente de los individuos exigiéndole derechos. El acoso de los ricos que, en nombre de los efectos sinérgicos y de solidaridad, solicitarán su apoyo. O el Estado se defiende de los intervencionistas- de derecha y de izquierda- o acabará convirtiéndose en Estado absoluto, que, tras abordar los temas de propiedad, entrará en los asuntos de familia y acabará en los aspectos de religión; barriendo el conjunto de instituciones, organismos, empresas y asociaciones que hoy ya enriquecen la sociedad.

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